Los problemas de los adolescentes sobreexigidos

La madurez es un solo descanso en la adolescencia. (Jules Feiffer)

La adolescencia es un momento de la vida muy susceptible. Accidentes y suicidios constituyen las principales causas de mortalidad a esa edad en la que todo está por delante y en general las enfermedades graves no acechan. Se debe prestar atención, entonces, al manejo de las habilidades en este grupo etario.

Si bien el sentido de la vida puede ser uno de los puntos claves a cuidar, instalar y conservar en esta etapa. La otra cara de la moneda, la sobreexigencia cuando se instala un objetivo  es otro de los puntos que puede generar emociones disruptivas en niños y adolescentes.

Existen varios trabajos que describen que los jóvenes padecen una sobrecarga de obligaciones principalmente debido a redes sociales, padres e instituciones educativas.

Así, la búsqueda de perfección (en el estudio, lo corporal, artes o deportes), la sobreexigencia externa y la expectativa irreal de los demás (viéndolos más perfectos de lo que son) son las variables más conflictivas a pensar.

La adolescencia es una etapa exclusiva del ser humano. Este ciclo de la vida está poco estudiado desde el punto de vista de la neurociencia. Sin embargo, es el momento durante el cual se conforman diversas cuestiones claves de la personalidad de las personas. Por ejemplo, en esta época se definen la mayoría de las patologías psiquiátricas (a los catorce años ya se han manifestado en promedio el 50% de las enfermedades).

Durante la adolescencia  continuamos con una gran actividad exploratoria como en la niñez, pero en este caso consiste en la búsqueda de nueva experiencia social; descubriendo además lo que le pasa al otro (cognición social).

Probablemente esta búsqueda haya servido en forma evolutiva para despegarse del resto de la familia y combinar con nuevos genes de otros grupos. Agregándose a otros sectores sociales, mezclando su carga genética y así evitar enfermedades endogámicas.

El adolescente desarrolla en ese momento su sistema emocional (sistema límbico) antes que su corteza cerebral. Convirtiéndose en más impulsivo y emocional que el adulto. Generando mayor búsqueda de opciones pero también  mayor riesgo de accidentes y enfermedades psíquicas. 

En cierto momento de la vida acontece un importante impulso hormonal (coetáneo con la pubertad) ocasionado por las hormonas sexuales, reguladas por el hipotálamo (parte profunda del cerebro que controla, entre otras cosas, la secreción de la mayoría de las hormonas).

Es entonces, en el comienzo de esta segunda etapa de la vida, cuando comienza a generarse un mensaje endocrino, dormido durante la niñez, que genera una gran modificación corporal, especialmente influyente en la conformación sexual, y que aparte produce grandes cambios en el cerebro del ser humano. Es así que se dispara una gran activación del sistema límbico regulador de las emociones, generando los característicos cambios conductuales del adolescente como búsqueda de nuevas relaciones, abandonando la centralización familiar (esto se considera un posible mecanismo evolutivo para la disminución de la endogamia).

Tanto en la niñez como en la adolescencia existen períodos críticos en los cuales podríamos decir “el tren está en la estación”, es el momento de educar estos procesos específicos.

El cerebro así recibe la información sensorial, consciente o inconsciente, modificando la conformación celular y las redes de nuestro cerebro. En ese momento algunas neuronas responden y otras no, generándose nuevas conexiones (sinapsis), especialmente cuando se activan células al unísono ante el mismo estímulo. Así sobreviven unas neuronas y sus circuitos, pero otras no. Luego ese momento crítico se cierra en la mayoría de nuestra corteza y la información no produce tanto impacto en el sistema nervioso.

En estos conceptos se apoya la plasticidad neuronal, que es un mecanismo muy complejo. Que además de nuevas conexiones implica que muchas células, que no son estimuladas, no generan comunicaciones nuevas, o incluso mueran. Pues nacemos con más neuronas que las que tenemos de adulto, pero con menos comunicaciones entre ellas. Las que quedan y sus sinapsis influirán decisivamente en quiénes somos y qué capacidades desarrollamos.

Entonces el cerebro tiene más neuronas, pero menos conectadas. Además existe mucha más anarquía funcional. Un grupo de Harvard liderado por Takao K. Hensch descubrió que este sistema manejado es controlado a través de neurotransmisores inhibitorios (GABA) que auditan cuáles neuronas se activan y cuáles no. Sin este manejo, sería anárquica la llegada de la información a nuestro cerebro.

Es un sistema que controla a las neuronas, habilitando que terminen los períodos críticos para recibir información con alta potencialidad. Pues no podríamos incorporar estímulos permanentemente de esa manera.

Aunque existen zonas de cortezas de asociación para funciones intelectuales que se mantienen activas toda la vida, éstas son investigadas porque pueden ser más sensibles a procesos de muerte celular acelerados, dado que presenta mucho consumo de energía al tener tanta actividad. Por otro lado, resultaría interesante reactivar lugares cerebrales que ya clausuraron la capacidad para recibir información y así poder generar nuevos procesos en pacientes con lesiones o en trastornos madurativos.

Se considera que la adolescencia se ha prolongado aproximadamente cinco años; dado los roles sociales del adulto, tales como independizarse y tener un hogar, lo cual aumenta el desajuste. Sumado a esto, se considera que la adolescencia hoy comienza más precozmente que antaño.

La falta de maduración cerebral nos encuentra con una ventana de falta de control de los instintos,  con mayor riesgo que en la adultez, dado que se autoevalúan diferentes  hipótesis de las toma de decisiones, en un ensayo-error que pone más en riesgo la vida.  La adolescencia es un tiempo vital y único de nuestra especie, con grandes emociones y también con riesgos; sobreexigirla obsesivamente con lo perfecto podría ser uno de los grandes errores de nuestra época.