Sociedad y control de los impulsos

«El gobierno más difícil es el de uno mismo«
Séneca

En tiempos de ansiedad, apuros y multiestímulo el control de nuestros actos se torna endeble. Se detectan en la actualidad hechos públicos de aumento de actos violentos impulsivos.

La toma de decisiones es la función final de nuestra conducta; de hecho, es posible evaluarla: se considera que puede existir a corto y a largo plazo, siendo más compleja y desarrollada al final del desarrollo de la persona, que es ya pasados los veinte años. Recordemos que la inhibición de la conducta es especialmente a expensas de nuestro lóbulo prefrontal del cerebro, y los instintos se controlan y/o producen en nuestro sistema subcortical límbico. La decisión a largo plazo aumenta sus dificultades ya que incluye mayor cantidad de variables y una cierta proyección en el tiempo. Se considera que nuestra conducta final es el desarrollo entre la lucha de lo racional y lo instintivo: si los instintos primitivos de supervivencia superan al control, se da una mayor presencia de nuestro cerebro primitivo. Así, pueden producirse desde conductas adictivas e impulsivas hasta agresión, miedo, impulsos sexuales descontrolados o alimentación anormal. Predomina entonces lo intistivo por sobre lo racional.

Actualmente existen varios estudios que plantean que el autocontrol predomina por sobre el resto de las funciones intelectuales para tener éxito en diferentes tareas. Walter Mischel (de la Universidad de Columbia) observó que si los niños podían autocontrolar su instinto alimentario para no aceptar una golosina en una primera instancia en la que se les ofrecía para obtener una mayor recompensa en la segunda oportunidad (posibilidad de esperar la gratificación), seguidos en el tiempo, estos niños «esperadores» alcanzaban mayor «éxito» (por lo menos a la manera occidental) en su vida adulta que los que no tenían esa capacidad de autocontrol. Se piensa entonces que, a diferencia de lo que se creía (que el éxito es consecuencia del ego), es el control de nuestros impulsos el que genera el éxito que luego deriva en ego. En estudios se ha observado que, aunque se disponga de un gran ego, esto no es un factor relacionado con el éxito; pero si una persona tiene control de los impulsos ante provocaciones y es capaz mantener ese autocontrol, va obtener mayores satisfacciones en una tarea determinada.

Debemos saber que el tema del autocontrol de nuestras pulsiones constituye uno de los vectores de la toma de decisiones, función final de nuestra conducta. Así, los que estudian estas funciones cognitivas finales observan modificaciones relacionadas con el trastorno del control de las mismas, así como alteraciones de las recompensas, entre ellas diferentes adicciones (sean a las drogas legales o ilegales u otras cuestiones, como el juego o el sexo). La pregunta que se hace la ciencia y la medicina legal es cuáles de las mismas afectan el control de nuestras decisiones, impidiendo la libertad de decidir sobre el consumo o —aún más— que puedan alterar la conciencia en forma secundaria y generar una toxicidad cognitiva que no nos deje decidir sobre otras cuestiones claves como las acciones civiles o penales. Se piensa que quizá se ha prejuzgado a Sigmund Freud cuando se hacía caso omiso del concepto de «energía del yo». Hoy sabemos que el cerebro es una estructura que depende de energía, que es lo que más utiliza, y que en cierto modo esa capacidad de control se puede saturar u angostar ante diferentes estímulos.

Es interesante el estudio de Kathleen Vohs (de la Universidad de Minnesota) que observa que esa energía puede no agotarse (o por lo menos somos más proclives a un mayor esfuerzo controlador) cuando recibimos una remuneración o cuando se plantea un crecimiento en nuestra jerarquía sobre la estructura en la cual estamos trabajando. Puede pensarse que en ambas cuestiones se juegan instancias primitivas de poder, así sea un alimento o una palabra o cualquier otro actor que baje la capacidad de restricción de nuestro comportamiento y nos lleve a una acción inadecuada, considerada dentro de la cultura que nos rodea y de la cual formamos parte.

La velocidad incrementada de la vida es contraria al contralor de los impulsos.

La toma de conciencia y enlentecer nuestra respuesta otorgará mayor capacidad de concientizar nuestros sentidos, reflexionar los actos y el controlar la toma de decisiones.